13. EL ANTISEMITISMO

El pueblo judío ha sido objeto de múltiples persecuciones a lo largo de su historia. Sus tierras fueron saqueadas e invadidas por asirios, babilónicos y persas. Después de la conquista romana del territorio palestino, en el año 70 d.C. estalla una rebelión judía que termina con la destrucción del Templo y la diáspora de los judíos que son diseminados por toda Europa, vendidos como esclavos en muchos casos.
Su integración en la Europa medieval fue difícil, y sufrieron persecuciones, conversiones forzadas y deportaciones en masa. A partir de las Cruzadas se empezó a presentar a los judíos como “hijos del Diablo”, agentes empleados por Satanás con el fin expreso de combatir el cristianismo y hacer daño a los cristianos. En el siglo XII se les empezó a acusar de asesinar niños cristianos, de profanar los sagrarios y de envenenar los pozos.
Papas y obispos condenaron con firmeza estas acusaciones, pero el clero menor, siguió propagándolas llegando con el tiempo a ser consideradas como ciertas por las gentes. Este racismo latente cobró más fuerza durante el desarrollo económico que acompañó a la formación de las grandes ciudades durante el Renacimiento. Las prohibiciones que pesaban sobre los judíos, acompañaron a las nuevas estructuras sociales que se iban formando.
En gran parte del mundo «cristiano», hasta finales del siglo XVIII, los no cristianos no siempre gozaron de un status jurídico plenamente reconocido. A pesar de ello, los judíos, extendidos por todo el mundo cristiano, conservaron sus tradiciones religiosas y sus costumbres propias. Por eso, fueron objeto de sospecha y desconfianza. En tiempos de crisis, como carestías, guerras, epidemias o tensiones sociales, la minoría judía fue a veces tomada como chivo expiatorio, y se convirtió así en víctima de violencia, saqueos e incluso matanzas.

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